Lo que aprendimos de las pasadas elecciones estadounidenses
El resultado es, a unas semanas de la constitución del 113 Congreso de los Estados Unidos y dos días después de que Barack Hussein Obama jurase su cargo como Presidente por segunda vez, ya conocido: el candidato demócrata ganó las elecciones para un segundo mandato, derrotando a Mitt Romney (que sufrió para conseguir la nominación en unas muy disputadas primarias republicana) por algo menos de cinco millones de votos, incluidos Ohio, Florida y todos los swing states salvo Carolina del Norte; los demócratas ampliaron una mayoría de la que ya disponían en el Senado desde 2006 sin llegar a la mágica cifra de 60 senadores; por su parte, la Cámara de Representantes siguió bajo control del Partido Republicano, a pesar de un leve avance demócrata. Básicamente, todo sigue igual que a finales del 112 Congreso.
Sin embargo, hay algunas claves que hemos de tener en cuenta para entender ciertos cambios que están dándose en la política estadounidense:
1-Estados Unidos es un país de múltiples minorías. Estas elecciones, como ya ocurriese en buena parte en 2008, han demostrado que la construcción de una coalición diversa ha permitido ganar a Obama en dos ocasiones, con un margen de votos personales y electorales más que considerable. Un apoyo considerable de afroamericanos, latinos, mujeres, jóvenes y otras minorías menos relevantes numéricamente son las claves de la victoria de Obama, según mostraron diferentes encuestas post-electorales en 2008 y parece que así volvió a ocurrir. La movilización y consolidación del apoyo de estas minorías de más o menos tamaño ha funcionado una vez más, frente a un Partido Republicano que es mayoritariamente apoyado de forma casi exclusiva por el segmento de hombres blancos protestantes. De la lectura de los datos por condados y distritos, se vuelve a mostrar que las ciudades, terrenos más diversos sociodemográficamente, son bastiones demócratas, frente a zonas rurales mayoritariamente republicanas. Y los datos apuntan a que, de mantener los cleavages de esa manera, la demografía favorece al Partido Demócrata.
2-El Tea Party no tiene demasiado recorrido. La estrategia del Tea Party, que funcionó muy bien en las elecciones a la Cámara de 2010 y no tan bien en las del Senado del mismo año (hasta el impopular demócrata Harry Reid ganó en Nevada), ha fracasado, al menos a nivel macro. Es posible que puedan seguir colocando a algunos de sus representantes en distritos conservadores (más o menos, pero conservadores al fin) de diferentes estados (a pesar de que una de las adalides del movimiento, Michelle Bachmann, ha conservado su asiento en Minnesota por apenas 5000 votos) pero sólo pueden ganar escaños a nivel estatal en estados sólidamente conservadores: Linda McMahon, multimillonaria que ha puesto más de 45 millones de dólares en un estado tan pequeño como Connecticut, ha sido incapaz de ganarle a un demócrata relativamente moderado (o relativamente liberal) para el Senado. Apuestas que se daban seguras, como los escaños de Indiana o Missouri, fueron ganados por demócratas relativamente centristas (e incluso impopulares, como era Claire McCaskill en su propio estado) como consecuencia de comentarios extremistas por parte de sus rivales en temas como el aborto. Sólo apuestas en estados muy conservadores (como Deb Fischer en Nebraska o Ted Cruz en Texas) han funcionado, impidiendo por segunda vez consecutiva arrebatar el Senado a los demócratas. A nivel federal ni hablamos: ni funcionó Sarah Palin en 2008, ni ha funcionado Paul Ryan en 2012.
3-El Partido Demócrata gira a la “izquierda”: el número de Representantes demócratas pertenecientes a la blue dog coalition, caucus de demócratas moderados fundado en época de Bill Clinton, es menor que nunca, mientras que el Congressional Progressive Caucus agrupa ya a más de 70 miembros de los 200 que tiene la bancada demócrata. Antiguos miembros de caucus más izquierdistas de la Cámara de Representantes han ganado un escaño en el Senado, como Sherrod Brown de Ohio, Tammy Baldwin de Wisconsin (calificada con un 100% por varios think tanks liberales de Estados Unidos y primera senadora abiertamente lesbiana) o Mazie Hirono por Hawaii. Poco hay que decir de Elizabeth Warren, a la que la prensa española llama “la gran dama de la izquierda americana” de forma exagerada pero con ciertos motivos, por su defensa de la clase media o su lucha por la regulación bancaria y financiera.
4-Los latinos ganan peso. Los latinos, que pronto superarán a los afroamericanos como minoría racial mayoritaria, han sido especialmente significativos dentro de esa coalición que ha dado a Obama la victoria. El estrecho margen por el que ha ganado en Florida o el cómodo margen en swing states como Nevada o Colorado (estados con más del 20% de población latina, según el censo de 2010) son prueba de ello. Pero hay mucho a lo que mirar en el futuro: un latino demócrata, Richard Carmona, ha hecho unas elecciones al Senado en Arizona por primera vez competitivas en más de veinte años (no en vano, las ha perdido por un margen de apenas 70.000 votos, mientras que Obama obtuvo allí algo más de 200.000 votos menos que Romney). Shelley Berkley, candidata al escaño del Senado por Nevada, se ha quedado a menos de un 1’5% de ganar un escaño que es republicano (por márgenes superiores al 14%) desde el año 2001. Los resultados en California, Colorado, Nuevo México o diferentes condados de Texas apuntan en la misma dirección.
Además, parece que una “maldición” de la política presidencial estadounidense se rompió: fue la primera vez desde Franklin Delano Roosevelt (presidente entre 1933 y 1945) que un presidente en ejercicio gana su reelección con una tasa de desempleo superior al 7’2%. La ciencia, política en este caso, y la logística de campaña han conseguido ganar holgadamente unas elecciones que muchos consideraron, durante mucho tiempo, como extremadamente competidas.
José Antonio Gil Celedonio