La Organización de Cooperación de Shanghái: ¿un rol definido?
Los intereses geoestratégicos determinan las políticas geoestratégicas. Por lo tanto, la planificación estratégica de una organización regional que engloba los intereses comunes de los Estados miembros ha de experimentar una evolución correspondiente. La OCS, Organización de Cooperación de Shanghái, es muestra de ello. Nacida como un organismo cooperativo en el ámbito de seguridad regional, en la actualidad ha logrado ampliar el campo de actuación hacia un escenario mucho más extenso: lucha conjunta contra terrorismo y separatismo regional, cooperación energética, estructura geopolítica en la economía regional, etc.
A pesar de que en el “Espíritu de Shanghái”, el código de conducta fundamental de la organización, se subraye la base de cooperación como “confianza, beneficio mutuo, igualdad, consultas, respeto a la diversidad de culturas y la aspiración común hacia el desarrollo”, no se puede negar la realidad de que en la práctica, Rusia y China, siendo los países promotores y más activos de la OCS, debido tanto a su influencia histórica como a la importancia económica y política actuales, son los actores más determinantes en la estructura geopolítica en Asia Central.
La OCS afronta unos importantes retos tanto internos como externos: discrepancias entre los países miembros, desequilibrios de poder e intereses, opiniones diversas sobre la ampliación del organismo, competencia entre Rusia y China por el liderazgo e influencia sobre la región y, por último, como factor externo, se debe destacar el interés constante de Estados Unidos en la zona y, en consecuencia, la pugna en diversos ámbitos entre éste y los países miembros de la OCS.
Conforme al cambio de relaciones en el escenario internacional y la inestabilidad de estructura mundial, tratándose de una organización joven, la posible ampliación futura es un tema inevitable. ¿Tendrá la OCS una expansión incesante de Estados miembros, tomando como referencia la Unión Europea? En mi opinión, quizá habrá modificaciones modestas y paulatinas en este tema, siempre comenzando desde otros niveles, como pueden ser los de “observadores” o “socios de diálogo”, hasta “miembros no plenos”. En cambio, la ampliación como “miembros plenos” no es viable a corto plazo. Tampoco parece que sea una tendencia a largo plazo, teniendo en cuenta que, por un lado, la OCS siempre ha tenido un proceso muy riguroso de aceptación de Estados miembros; por otro lado, la discrepancia de opiniones arriba mencionada será un enorme obstáculo por superar.
Al fin y al cabo, la Organización de Cooperación de Shanghái, desde su nacimiento, no se auto-define como una OTAN del Oriente, ni tampoco apuntan sus relaciones militares contra otros países. De acuerdo con el surgimiento de las nuevas amenazas en la época contemporánea, la OCS ha enfocado más sus actividades de cooperación en los aspectos económicos y energéticos, logrando algunos éxitos. Pese a todo, una organización joven necesitará más tiempo para comprobar y reajustar sus políticas geoestratégicas, dado que nos encontramos en un mundo en cambio constante
Huiling Luo