La crisis en Ucrania: entrevista a Javier Morales
Javier Morales Hernández es Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Europea. Su principal línea de investigación es la política exterior y de seguridad de Rusia.
Es Doctor en Relaciones Internacionales y Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid, así como Máster en Paz, Seguridad y Defensa por el Instituto Universitario “General Gutiérrez Mellado” de la UNED.
-Javier, ¿qué se juegan los rusos en Ucrania? ¿y la Unión Europea?
Rusia se ha visto como la gran perjudicada por la revolución del “Euromaidan”. Su aliado, el presidente Yanukovich, ha sido derrocado; ha llegado al poder un grupo de partidos unidos por su nacionalismo antirruso, muy extremista en algunos casos; la población rusoparlante ha quedado sin ninguna representación política en el nuevo gobierno; es previsible que las nuevas autoridades aceleren el acercamiento a la UE y a la OTAN, quedando cerrada la posibilidad de incorporarse a la unión aduanera liderada por Moscú; se pueden producir nuevos desacuerdos en cuanto al precio del gas, e incluso que Kiev se niegue a pagar su deuda… Y lo más importante desde el punto de vista de Putin: se ha visto engañado por la oposición ucraniana, que incumplió el acuerdo del 21 de febrero, y por la UE, que actuó como mediadora pero después calló ante dicho incumplimiento.
En cuanto a la UE, no sólo no ha existido una posición común en cuanto a la crisis en Ucrania; sino que se ha actuado de forma irresponsable al alentar la revolución, que ha abierto una brecha irreconciliable entre las regiones rusoparlantes y el resto. Tampoco se supo prever la reacción agresiva de Rusia, que va a empeorar notablemente las relaciones rusoeuropeas en los próximos años.
-¿Se pueden vincular las partes enfrentadas en Crimea a un espectro político definido? ¿Dentro de Rusia a cuál representa el presidente Putin?
El gobierno provisional ucraniano está compuesto por partidos nacionalistas antirrusos y activistas surgidos de las protestas. La mayoría de ellos representan posiciones de centroderecha, favorables a una mayor liberalización de la economía en línea con las recomendaciones del FMI. Sin embargo, uno de los partidos que cuenta con varios ministros y un tercio de los nuevos gobernadores regionales, Svoboda (Libertad) defiende un nacionalismo ucraniano radical, xenófobo y antisemita. Además, quienes lideraron la lucha callejera en la revolución son los grupos paramilitares fascistas conocidos como Praviy Sektor (Sector de Derechas), a cuyo líder se le ofreció un puesto en el gobierno; aunque ha renunciado a él para preparar su campaña de las presidenciales.
Dentro de Crimea, tenemos un gobierno que tomó el poder de forma irregular después de que se produjera la revolución en Kiev: un grupo armado ocupó el parlamento de la República Autónoma crimeana y forzó la elección de un nuevo ejecutivo regional, formado por un partido minoritario radicalmente prorruso. Este gobierno es el que ha organizado el referéndum separatista, protegido por las tropas rusas. Pero existe también una minoría tártara en Crimea, de religión musulmana, que se ha opuesto a la anexión a Rusia y podría organizarse para combatir al nuevo régimen.
Putin, por su parte, ha representado hasta ahora un nacionalismo ruso pragmático, basado en su influencia económica en la periferia exsoviética y obstaculizando la penetración de Occidente en dicho espacio; pero evitando romper por completo las relaciones con la UE o EE UU. Sin embargo, el creciente descontento de los rusos hacia el presidente tras catorce años en el poder ha llevado al Kremlin a posiciones cada vez más conservadoras y agresivas, cercanas al nacionalismo ruso más radical. El discurso de Putin tras la anexión de Crimea es una muestra de este giro ideológico.
-Da la sensación de que Rusia estaba preparada (desde hace mucho) para intervenir. ¿Responde esto a una hoja de ruta o simplemente se trata de una reacción improvisada?
La anexión de Crimea era posible, pero en modo alguno se trataba del único escenario en el que podía terminar la ocupación rusa de la península. Ha sido una maniobra muy arriesgada para Moscú, en la que cualquier incidente armado entre tropas ucranianas y rusas podría haber arrastrado a ambas partes a una guerra; posibilidad que aún hoy no está descartada dada la tensión sobre el terreno. Inicialmente Rusia realizó una serie de demandas políticas, como el reconocimiento de los derechos de los rusoparlantes y la formación de un gobierno más amplio en Kiev. Sin embargo, parece que no ha existido ningún intento por ambas partes de negociar sobre estas reclamaciones: Putin ha ido acelerando cada vez más el proceso de anexión, cerrando la puerta a cualquier diálogo. La impresión es que se trata de una reacción visceral e imprudente, que ignora las consecuencias negativas que puede acarrear a largo plazo a su país.
-¿Tendrá algún efecto la crisis ucraniana en las elecciones europeas del 22-25 de mayo?
Está por ver en qué medidas concretas, además de las limitadas sanciones aprobadas hasta ahora, se traduce la reacción de la UE. Los ciudadanos de la mayoría de la Unión serían reacios a un aumento de los presupuestos de defensa, a una integración acelerada de Ucrania como miembro pese a que no cumple los requisitos para la adhesión, o a poner en riesgo las relaciones económicas con Rusia o el suministro energético procedente de ella. Aunque sin duda el discurso nacionalista en países como Polonia o los bálticos se verá beneficiado en las urnas, también en estas elecciones europeas.
-Muchas gracias, Javier.