There she goes again: Hillary Rodham Clinton strikes back
Heráclito de Éfeso lanzó la idea de la inevitabilidad del cambio vital en su pensamiento filosófico y lo sentenció en una célebre sentencia, “no se puede entrar dos veces al mismo río”.
No obstante, hoy, 12 de abril de 2015, parece como si hubiésemos vuelto al 20 de enero de 2007, cuando la entonces Senadora junior por New York Hillary Rodham Clinton anunció que formaba un comité exploratorio para buscar la nominación a la presidencia de los Estados Unidos por el partido demócrata.
La historia es conocida: otro senador (de Illinois), Barack H. Obama, excelente orador y de una generación más joven, ganó la nominación demócrata tras las primarias, basándose en la idea de cambio y apelando a las bases más jóvenes y diversas del partido, para, posteriormente, ganar la presidencia en 2008 frente a un entonces muy impopular Partido Republicano, lastrado por los últimos momentos de la presidencia de George W. Bush y en minoría en el Congreso desde que los demócratas recuperasen ambas Cámaras tras las mid-term elections de 2006.
Si bien es cierto que en 2008 Hillary Rodham Clinton, abogada, feminista, ex Primera Dama de Arkansas, ex Primera Dama de los Estados Unidos, Senadora de New York y esposa de uno de los presidentes más populares del siglo XX, partía como favorita para ganar la nominación demócrata y luego no la consiguió, es difícilmente comparable con la situación en la que se encuentra a día de hoy: a estas alturas, en el ciclo de primarias de 2006-2008, prominentes nombres demócratas ya se encontraban buscando la nominación (Biden, entonces veterano senador de Delaware y hoy Vicepresidente; John Edwards, senador de North Carolina y perdedor de las primarias de 2004; Bill Richardson, Gobernador de New Mexico o el propio Barack Obama) hoy no hay un solo cargo electo que se haya postulado (salvo Bernie Sanders, senador por Vermont que se declara “democratic socialist” en un país como EEUU, lo que nos da una idea de su viabilidad electoral) para competir en unas primarias en las que se esperaba muy intensamente a Hillary, especialmente tras la debacle demócrata de 2014. Además, la experiencia de Rodham Clinton al frente de la Secretaría de Estado entre 2009 y 2013, lastrada en cierto modo por la cuestión del ataque a Benghazi en 2012 y por el asunto de los mails privados, ha servido para acentuar un papel de estadista que, al menos por ahora, le sirve para liderar en prácticamente toda encuesta que se elabora, y, especialmente, en el ámbito de los swing states, fundamentales para ganar las elecciones presidenciales.
Si a todo ello añadimos la fortísima maquinaria recaudatoria de los Clinton, una economía estadounidense en crecimiento bajo la presidencia de un demócrata, y la enésima muestra de la profunda división del Partido Republicano, parece que la candidata parte como favorita tanto para la nominación demócrata como para ganar la Presidencia, dada su supremacía en la invisible primary.
No obstante, es cierto que cabe formular algunos caveat: parece que su edad (tendría 69 años el día del juramento como Presidenta) puede suponer un problema (sólo Reagan llegó a la presidencia con más de 65 años en los últimos tiempos), aunque no podemos obviar que desde los años 80 la esperanza de vida ha crecido mucho en USA, y, además, las mujeres tienen índices de longevidad mayores. También hay que apuntar a que su relación con Wall Street y las grandes empresas norteamericanas puede lastrar su candidatura en un momento en el cual una buena parte del Partido Demócrata se encuentra en lo que se denomina Elizabeth Warren Club, un sector partidario de regulaciones y actuaciones económicas intensas, situados actualmente a la izquierda del partido, y que llevan presionando para que el discurso económico dominante del partido se mueva hacia posiciones más populistas. La presencia de Bill Clinton en toda la campaña y, especialmente, la posición que éste pudiese ocupar como Primer Caballero de los Estados Unidos, también es posible que dé para ríos de tinta y amplia munición en las tertulias televisivas.
La puesta en marcha de su campaña, un secreto a voces desde que, en los últimos tiempos, importantes expertos políticos del Partido Demócrata fuesen abandonando sigilosamente sus posiciones en la Administración Federal o, hace apenas dos semanas, el equipo de Clinton alquilase una oficina en Brooklyn, supone definitivamente el comienzo del mayor espectáculo político de los Estados Unidos, unas elecciones presidenciales, que pueden suponer la primera vez en 50 años en que un presidente demócrata que completa sus dos mandatos es sucedido por alguien de su partido. Las primarias republicanas, en las que se prevé una especial afluencia de candidatos (si bien solamente dos, los senadores junior Ted Cruz de Texas y Rand Paul de Kentucky han confirmado sus aspiraciones), ya han comenzado, si bien pueden ponerse especialmente interesantes en el caso de que Jeb Bush, ex gobernador de Florida e hijo y hermano de Presidentes, decida a lanzarse a buscar la nominación republicana, cuestión ésta que provoca miradas asombradas pensando en un nuevo enfrentamiento entre un Bush y un Clinton. En todo caso, habrá que ver cómo se desarrollan los acontecimientos hasta las primarias de Iowa y New Hampshire, previstas para enero de 2016, aunque la nominación de Rodham Clinton parece, hoy, inevitable.
La relevancia del proceso es clave para el Partido Demócrata que, además, se enfrenta a la posibilidad de recuperar la mayoría en el Senado, perdida tras las pasadas elecciones de 2014, y, al menos, parte de la Cámara de Representantes, que cuenta con la mayoría republicana más abultada desde la época previa al New Deal. La mayor participación en las elecciones presidenciales, así como el atractivo de una candidata prominente pueden ser la llave que abra las mayorías perdidas desde 2010, aunque determinadas figuras presidenciales republicanas pueden jugar también un efecto interesante en nuevas generaciones de votantes. La sensación de déjà vu que tenemos no puede empañar las grandes diferencias entre las circunstancias de 2007 y las de hoy. En todo caso, pase lo que pase, el juego por la presidencia de los Estados Unidos acaba de comenzar, y la cantidad de recursos, movilizaciones electorales y elementos personales hacen, como ya dijimos, que este país sea, sin duda, el gran reino de la política.
José Antonio Gil Celedonio